Desastre en Haití

HAITI17 El hambre, la violencia y el penetrante olor a cuerpos en descomposición han ganado todos los espacios y ánimos en la devastada capital de Haití. El dolor ya dejó los rostros de quienes resistieron el sismo y ahora reina en las calles una lucha, por momentos brutal, por sobrevivir.

Los saqueos comenzaron a generalizarse y la rebatiña por todo lo que resulte de alguna utilidad en los comercios y bodegas convertidas en ruinas genera confrontaciones entre los haitianos, ávidos de alimentos.

Hombres, mujeres y niños se disputan alimentos y agua en lo que constituye la peor catástrofe humanitaria que haya enfrentado la Organización de las Naciones Unidas.

Las calles de Puerto Príncipe, la morgue más grande y a cielo abierto del mundo, son escenario de constantes riñas y enfrentamientos por todo aquello que pudiera ayudar a vivir un día más.

La catedral metropolitana y los edificios públicos ya no están, menos su burocracia. La anarquía es total.

El Palacio de Justicia que yace en ruinas se incendió, perdiéndose todo registro judicial. Ardió en llamas ante la mirada indiferente de los haitianos. Un chorro tenue y sumiso lanzado por un equipo de bomberos apenas mojaba la estructura colapsada del que fuera uno de los edificios más emblemáticos de Haití.

Las labores de rescate y auxilio a la población se suspenden a las 15:00 horas por órdenes de las Naciones Unidas. El argumento es simple: no se puede garantizar la seguridad de las fuerzas de rescate.

En los patios del aeropuerto internacional de Puerto Príncipe se concentran los satisfactores que podrían mitigar la penuria de la población, pero aún no existe capacidad técnica o logística para movilizar las toneladas de ayuda humanitaria.

En pleno corazón de la capital, la guerra por el agua potable ya es una realidad. Gente desesperada se agolpa en los carros tanque que transportan el líquido. “¡Juste un recipient d’eau!” (sólo una cubeta de agua), grita un hombre que nadie sabe de dónde llegó ni quién es; la instrucción sólo irrita a la población.

Testigos de la rapiña, miembros de los Cascos Azules, bien armados, se mantenían ajenos a los saqueos. Pasaban de largo a bordo de vehículos de las Naciones Unidas.

En este entorno caótico, el cuerpo de rescate enviado desde México hacía su labor y lograba varios éxitos al rescatar de la Universidad St. Gerard a ocho personas, seis de ellas ilesas. En la misión más arriesgada, y tras seis horas de trabajo continuaba la batalla para tratar de salvar a Patrick Alhston, quien se encontraba hundido bajo los escombros de la institución educativa. Junto a él había 70 cadáveres, todos ellos compañeros de escuela, amigos.

La Oficina de Coordinación de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas describió la situación que vive Haití como la peor catástrofe a la que se ha enfrentado la ONU.

Para la funcionaria de las Naciones Unidas, Elisabeth Byrs, estar frente a un país decapitado, sin estructuras políticas o gubernamentales, complica todo; se trata de una catástrofe histórica. Basta recorrer las calles para entender que no se exagera.

Eluniversal

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